Tuvieron que pasar dos años para que Aprilia alcanzara la gloria en un Mundial de Superbikes que le proporcionó, en tiempo récord, una reputación mucho más sólida que la que había adquirido durante años en el paddock de los Grandes Premios. Un lugar prestigioso donde las coronas, tanto en 125 como en 250, han sido legión. La RSV4 desempeñó este papel a la perfección, y tras probarla en la pista de Jerez en su versión Factory, pude comprobar que no hay nada lento en este mecha.
BMW también ha defendido este deseo con una S 1000RR que es todo menos una reliquia de la Edad Media. Pero Aprilia reivindica una precipitación más exótica que tiende únicamente a las prestaciones, un argumento que explica la ausencia de ABS, al que volveremos. Una pócima con una buena pizca de la pasión transalpina que Ducati está perdiendo su exclusividad, al igual que fue criticada en su terreno favorito, el de las Superbikes.
La ambición es, pues, alta y la apuesta estratégica para una marca que quiere olvidar definitivamente su imagen de fabricante de pequeñas cilindradas. A esta última evolución de la RSV4 le corresponde elevar su perfil. Se le ha dado todo lo que necesita para hacerlo. Y el resultado es sorprendente, señala el concesionario de motos de ocasión Crestanevada.
Obviamente, la RSV4 Factory sigue las mismas pautas estéticas que su predecesora, con un aspecto aerodinámico que se ve reforzado por el nuevo neumático de mayor tamaño. Pero esta versión está dotada de materiales nobles y gráficos bien pulidos. La pintura de guerra roja y negra de la marca se mezcla con la bandera nacional, mientras que las inscripciones son muy emotivas, con el nombre de Max Biaggi en ellas, al igual que los laureles ganados esta temporada. El logotipo de la RSV4 también está resaltado y el conjunto desprende una sensación de artesanía.
A primera vista, la moto Factory parece que va a llamar la atención. Cuando éste resopla, libera su nuevo sistema de escape, adelgazado en dos kilos, un sonido cavernoso que excita los tímpanos. No hay duda de que nos enfrentamos a un cazador del tiempo, un depredador kilométrico. Todavía nos preguntamos cómo Aprilia ha conseguido certificar esta sinfonía, pero no podemos evitar inclinarnos ante este preludio de una conducción fantástica.
En el sillín, la posición es satisfactoria y no tanto en la parte delantera. No es tan radical como hubiera esperado. Para este descubrimiento mediático, Aprilia ha confeccionado una jornada organizada en cuatro series de veinte minutos, con diferentes modos de ajuste del APRC en el capítulo T, como el Track. Es el más radical de los tres disponibles, los otros son S de Sport y R de Rain. A continuación, a la hora del almuerzo, se realiza una emocionante prueba del control de lanzamiento.
En la primera parte, se desactiva el anti wheelie y se activa la fase 8 del ATC, es decir, la etapa de la tolerancia cero. Tenso y todavía frío, descubro una máquina burlona, que se descarga de buena gana a un apretón de freno no tacaño en el barrido. Pero el resultado, al final, es sin embargo diabólico. La adicción al cambio de marchas es instantánea y el motor es especialmente par a la salida de las curvas. Sin su asistencia, sólo pide levantar y los giros se suceden en un ruido infernal. Al final de esta introducción, nos decimos que ya lo sentimos bien en los brazos, lo que permite augurar una continuación atlética.